viernes, 7 de octubre de 2011

El misterio de Stonehenge verdad o mentira

Aunque hoy día se sepa que los celtas no son los constructores, éstos tuvieron en todos los tiempos un gran respeto por Stonehenge. El primer texto que menciona el sitio con exactitud se encuentra en la Historia Regnun Britanniae de Geoffroy de Monmouth (1136), uno de los autores del ciclo arturiano. Stonehenge es, según él, una creación del druida Merlín, que por obra de magia habría traído las piedras desde Irlanda. Luego habría utilizado las "fuerzas vitales" del lugar para hacer aparecer el dragón, y es ahí también donde todos los nobles de Inglaterra habrían prestado juramento al rey Arturo.

El monumento fue construido en cuatro fases, a partir del 2800 antes de Cristo, con piedras de diferentes orígenes. Algunas provienen de Avenbury, a una veintena de kilómetros al noroeste, otras de los montes Prescelly en el País de Gales, a más de 200 kilómetros de Stonehenge, y de Mildford Haven, ¡a 250 kilómetros!. Las "piedras azules" (riolitos) incorporadas a la construcción a principios de la Edad del Bronce (segundo milenio a.C.), vendrían de Irlanda. Cada monolito pesa más de 50 toneladas y el conjunto, varios miles de toneladas: ¿Cómo pueblos de fines del Neolítico, de apenas algunos centenares de individuos, pudieron traer tales cargamentos con medios primitivos? ¿Y por qué haber ido tan lejos en busca de bloques de diferentes rocas?
El emplazamiento de Stonehenge fue elaborado según un plan extremadamente preciso. Una zanja circular de 4 m. de ancho por 1,50 m. de profundidad forma un primer anillo de un centenar de metros. Al interior, sobre el talud, un segundo anillo está dibujado por 56 agujeros, conocidos por el nombre de "agujeros de Aubrey", derivado del nombre de uno de los primeros exploradores del emplazamiento (1650).
Siempre concéntricos, otros dos anillos revelan cada uno 30 y 29 agujeros: éstos contienen osamentas humanas quemadas. Luego viene la parte monumental de la obra: dos círculos de piedras erguidas cubiertas de dinteles encerrando otras dos filas dispuestas en forma de herradura. Otras cinco piedras se levantan aisladas: dos, en la zona del anillo de los agujeros de Aubrey ("piedras de estación" destinadas a ser cambiadas de posición), una exterior, en la galería que conduce al monumento ("piedra de talón", llamada así por su forma), una piedra de sacrificio a la entrada y un altar al centro.



Los numerosos restos humanos encontrados en el lugar indican que el sitio sirvió a menudo, a lo largo de los siglos, como lugar de sepultura. Sin embargo, todo muestra que esa no fue su primera finalidad.
En efecto, después de 1961, el plano del monumento fue estudiado por el científico Gerald Hawkins, profesor de astronomía de Cambridge, y Fred Hoyle, especialista en astrofísica del Californian Institute of Technology. Su tesis es que, para un observatorio ubicado en el centro de la construcción, los megalitos se observan en líneas de mira para realzar fenómenos astronómicos. Los círculos de agujeros corresponderían al sistema simple de una máquina calculadora gigantesca y primitiva pero de una precisión sorprendente.

El anillo de los agujeros de Aubrey se relaciona con el ciclo de los eclipses lunares: Hawkins muestra incluso que corriendo cada año seis piedras de un agujero se pueden prever todos los eventos lunares para períodos muy largos. Finalmente, distintos ángulos entre las piedras solitarias definirían los solsticios y los equinoccios, las salidas y las puestas del Sol y de la Luna.
Los razonamientos de Hawkins y Hoyle, incontestables en el plano astronómico, son sin embargo criticados por los arqueólogos. La multiplicidad de épocas de construcción parece contradecir la teoría de un observatorio construido con conocimiento de causa.
¿Pero por qué el mismo objetivo no habría podido ser perseguido durante varios siglos, con un perfeccionamiento progresivo del sistema? Además, la simbología del círculo (el Sol) y la de la herradura (el menguante de la Luna) abogan en favor de los astrónomos. Parece que hoy día no existirían contradicciones entre las constataciones de los arqueólogos y los astrónomos y, en todo caso, muchos concuerdan en reconocer que la precisión en los emplazamientos de los megalitos es demasiado grande para ser solo fruto del azar.

Las piedras de Stonehenge son tan grandes que se diría que fueron levantadas por una raza de gigantes desaparecidos después de los primeros tiempos. Una tradición relaciona estos gigantes míticos a otro pueblo igualmente legendario: los hiperbóreos.
En la mitología griega, los hiperbóreos, que adoraban al dios Apolo, habitaban en el extremo norte de Europa. El historiador Diodoro de Sicilia (siglo I a.C.) evoca incluso un sitio que podría ser Stonehenge: "Hay en la isla un recinto de Apolo y un templo ilustre, (...) los encargados son llamados boreades (...). El dios visita la isla cada 19 años, período durante el cual las estrellas vuelven a estar en el mismo lugar en el cielo".
De hecho, los hiperbóreos son probablemente los iberos, ya que es en Portugal donde se encuentran las primeras alineaciones megalíticas. Una migración diseminó a este pueblo a lo largo de las costas (golfo de Gascuña, Bretaña) hasta Irlanda e Inglaterra, donde erigieron por primera vez un fantástico círculo de piedras.

Los emplazamientos megalíticos son numerosos a través de Europa (la península Ibérica, Westfalia, Hesse, la cuenca parisina, Provenza, Bretaña...), pero la mayoría son identificados como sepulturas. En Antequerra (Andalucía, España) como en New Grande (Irlanda) o en Castelet (Provenza), túmulos y dólmenes encierran siempre una o varias cámaras funerarias.
Sin embargo, al igual que Carnac, Stonehenge escapa a la regla. Ni pasillos ni cámaras funerarias: el monumento tiene ciertamente otro fin. Fuera de la hipótesis del observatorio astronómico, las explicaciones más diversas han sido propuestas.
Stonehenge sería un gigantesco generador de energía, un "nemetón" (lugar sagrado), no dudan en afirmar los seguidores de la tradición druídica. Astos forman una cadena humana alrededor del monumento cada solsticio para captar esta energía y cargarse de ella, siguiendo un ritual creado artificialmente en el siglo XIX.
¿Un puerto espacial para OVNIs? Esta es la tesis desarrollada por los espíritus más osados. La posición de las piedras correspondería entonces a un balizaje a ser ubicado desde el espacio. ¿Por qué no?, responden los ingenieros de la NASA..., ¡si es que se pueden imaginar platillos voladores tallados en piedra y forrados con pieles de animales!

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